miércoles, 20 de abril de 2016

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO



El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos leído refleja con claridad un aspecto fundamental de la misericordia: la sinceridad de nuestro arrepentimiento suscita en Dios su perdón incondicional.

Mientras Jesús, invitado por Simón el fariseo, está sentado a la mesa, una mujer, considerada por todos pecadora, entra, se pone a sus pies, los baña con sus lágrimas y los seca con sus cabellos; luego los besa y los unge con el aceite perfumado que ha traído consigo.

La actitud de la mujer contrasta con la del fariseo. El celoso servidor de la ley, que juzga a los demás por las apariencias, desconfía de Jesús porque se deja tocar por los pecadores, y se contamina. La mujer, en cambio, expresa con sus gestos la sinceridad de su arrepentimiento y, con amor y veneración, se abandona confiadamente en Jesús. Cristo no hace componendas con el pecado, que es oposición radical al