domingo, 12 de marzo de 2017

¿Que guardaba María en el Corazón?


María  guardo en su Corazón todo lo de Jesús. Ella lo vivió los 30 años de vida escondida en Nazareth y Cafarnaún. Y lo siguió los tres de su vida misionera. El Corazón de la Madre de Jesús lleno de bondad, ternura; destilando delicadeza y pureza. Ella es irradiación de Jesús que se encarnó en su corazón.

En el Corazón de María está escrita toda la historia de la salvación. Ella sabe del amor del Padre; sabe de la gracia del Hijo; sabe de la comunión del Espíritu.  Ha vivenciado  la misión del Padre que es “amar y llamar”. Ha vivenciado la misión del Hijo que es “amar y salvar”. Ha vivenciado la misión del Espíritu Santo que es “amar y vivificar”. María es la mujer “amada”, es la mujer “salvada”; es la mujer “vivificada”.
La promesa del  Padre será “aplastar la cabeza de la serpiente” en la descendencia de la mujer. Y cuando llego “la plenitud de los tiempos”, el Padre puso sus ojos sobre una joven bella y pura de Nazareth, su nombre: María. Y con ella establece un camino para la nueva alianza con la humanidad. Es la HORA.

En la encarnación del Verbo, el Padre culmina su obra de creación; el nuevo hombre, Jesús, nacido de mujer. En Jesús la humanidad cobra nuevo brillo. La humanidad se pone de nuevo en pie y el hombre vuelve a recuperar el “rostro divino”. Que había perdido pecando.

En el sí de María da comienzo a los nuevos cielos y a la nueva tierra. En su “he aquí la esclava del Señor, hagáse en mí según tu palabra”, el Verbo se encarna. María y el Espíritu serán los hacedores de esta nueva creación más plena y más hermosa que la primera. Ella será la Madre de Dios. María es el nuevo paraíso y ella te puede decir: “Tú eres, hijo mío, carne de mi carne, hueso de mis huesos, sangre de mi sangre”.

¡Este es mi Hijo muy Amado; escúchenlo!

Domingo de la primera semana de Cuaresma


Libro de Génesis 12,1-4a.

El Señor dijo a Abrám: "Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.

Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.


Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,8b-10.

Querido hijo:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,


Evangelio según San Mateo 17,1-9.

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".

Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor Jesús



El nuevo rostro de Jesús, refleja lo que pasa dentro de Él, las incertidumbres se han ido y El Padre lo confirma en su caminar, a los Discípulos que en esos momentos dudan y estaban llenos de miedo, les dice unas palabras que son una clara revelación de quién es Jesús.  Este es mi hijo muy amado en quien tengo puestas  mis complacencias, escúchenlo! Palabras semejantes se escucharon cuando Jesús comienza su misión y se hace bautizar por Juan. El Evangelio de hoy nos invita a poner la mirada en Jesús y escucharlo, confiar en Él, que a vencido las tinieblas de la muerte. Escuchemos a Jesús y hagamos lo que el nos diga.



¡Dios te Salve, María!

María permanece fiel a Dios a pesar de todas las dificultades. Pronto descubre que aceptar el plan de Dios no supone para su familia un camino de rosas, pero a pesar de ello se sigue fiando del Señor.





Dios te salve, María, sagrada María,
señora de nuestro camino,
llena eres de gracia, llamada entre todas
a ser la Madre de Dios.

El Señor es contigo y tú eres la sierva
dispuesta a cumplir su Misión
y bendita tú eres, dichosa te llaman
a ti, la escogida de Dios
y bendito es el fruto que crece en tu vientre,
el Mesías del pueblo de Dios,
al que tanto esperamos que nazca
y que sea nuestro Rey.

María, he mirado hacia el cielo,
pensando entre nubes tu rostro encontrar,
al fin te encontré en un establo,
entregando la vida a Jesús salvador.
María, he querido sentirte
entre tantos milagros que cuentan de ti,
al fin te encontré en mi camino,
en la misma vereda que yo,
tenías tu cuerpo cansado,
un niño en los brazos
durmiendo en tu paz,
María, mujer que regalas
la vida sin fin.

Tú eres Santa María, eres Nuestra Señora
por que haces tan nuestro al Señor,
eres Madre de Dios, eres mi tierna Madre
y Madre de la humanidad,
te pedimos que ruegues por todos nosotros
heridos por tanto pecar,
desde hoy, hasta el día final
de este peregrinar.

María, he buscado tu imagen serena
vestida entre mantos de luz,
y al fin te encontré dolorosa
llorando de pena a los pies de una cruz.