domingo, 19 de marzo de 2017

San José esposo de la Virgen María...

Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.

Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.


Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.


Enséñanos, José,
 cómo se es no protagonista,
 cómo se trabaja sin exhibirse,
 cómo se avanza sin pisotear,
 cómo se colabora sin manejar,
 cómo se ama sin reclamar.

Dinos cómo se vive
 siendo número dos... o tres,
 cómo se hacen cosas formidables
 desde un segundo puesto.

Dinos cómo la inmensa mayoría
 de nosotros tenemos que ocupar
 estos lugares.

Los segundos lugares,
 en los que está nuestra
 verdadera y oculta grandeza.

Dinos cómo se vive con elegancia
 siendo no importante.

Convéncenos de que se puede
 y debe ser útil, fiel, efectivo,
 hasta héroe,
 siendo "no importante".

Explícanos cómo se es grande sin exhibirse,
 cómo se lucha sin aplausos,
 cómo se avanza sin publicidad,
 cómo se persevera y se muere
 sin que nos hagan
 estatuas u homenajes.

Cómo se hace para ser útil, positivo, generoso
 sin necesidad de ser "importante" y todavía más difícil,
 cómo se hace para darlo todo, sin ser protagonista,
 y a pesar de ello, sentir por dentro una paz,
 una felicidad, un gozo profundos.


¡Enséñanos, José!

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