domingo, 2 de agosto de 2015

REALMENTE, ¿QUÉ BUSCAMOS?


(Jn 6,24-35)

Es la pregunta del millón: ¿qué buscamos y a quién? Porque a veces caminamos desorientados y sin saber exactamente a dónde vamos. Y en esas condiciones estamos vendidos al mejor postor que, con astucia, nos persuada y nos desvia hacia los intereses que desean. El mundo tiene muchas ofertas y tentaciones que nos distraen y atraen.

Si lo que buscamos es saciar el hambre material, Jesús no es la única respuesta, porque hay lugares en este mundo donde saciarlo. Y si perseguimos riquezas, fama o poder, equivocamos el camino siguiendo a Jesús. Por el contrario si buscamos el único y verdadero Tesoro, que es la felicidad y vida eterna, entonces hemos acertado con seguir a Jesús.

Si tenemos claro lo que buscamos y perseguimos, nadie nos distraerá ni nos desviará del camino, porque, entre otras cosas, Jesús nos facilitará su seguimiento dándonos fortalece y valor para sostenernos firmes en la fe. De sus Palabras deducimos la confianza que nos da el seguirle: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

Y eso es lo que verdaderamente importa: El Pan que, no simplemente nos sacia hoy y mañana volvemos a tener hambre, sino el Pan que nos sacia para siempre. El hombre busca la felicidad, pero la felicidad eterna si es posible. Y en Jesús eso se hace posible porque nos lo dice, nos lo demuestra y nos la da simplemente por amor entregando su vida por nosotros.

Todo lo que no sea eterno pierde valor. Puede ser importante y gozoso durante un tiempo, pero, tarde o temprano, se vuelve marchito y se estropea. Ocurre así cuando nuestro amor, hoy gozoso y radiante de felicidad, nos llena de gozo y alegría, pero mañana se marchita y se acaba. Y eso sucede si y porque lo apoyamos solo en nuestra propia carne y en las cosas materiales de esta vida. 

El amor que no esté sustentado en el Amor de Xto. Jesús es un amor construido sobre arena. Y tarde o temprano terminará destruido. Pero el amor sustentado en el Amor del Señor será un amor gozoso y eterno. Pidamos esa Gracia, la de buscar al Señor no simplemente por el pan material, que también lo necesitamos, sino especialmente por el Pan espiritual bajado del Cielo que nos da la Vida Eterna.