jueves, 29 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA



Queridos hermanos y hermanas:

Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. 

Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan

domingo, 25 de octubre de 2015

LA OSCURIDAD NOS DA MIEDO

(Mc 10,46-52)


No cabe ninguna duda que la oscuridad nos da miedo. No ver supone no saber por donde vamos, ni conocer los posibles peligros que podemos tener delante de nosotros. La oscuridad nos causa inseguridad y nos hace dudad de todo. No ver es perder el rumbo.

Sin embargo, hay otra visión más importante. Se trata de la visión espiritual, la de la fe. No saber descubrir el tiempo que vivimos como un camino, largo o corto, y desperdiciarlo en cosas vanas y caducas por no discernir lo que realmente es importante, es la peor de las cegueras que podamos padecer.

Eso fue lo que le ocurrió a Bartimeo, aquel ciego que estaba a la salida de Jericó, junto al camino. Él aprovechó su tiempo y su momento. Pasaba Jesús y escuchó sus pasos y la algarabía de todos los que iban con Él. Entendió que era Jesús y había oído hablar de sus prodigios. No lo dudó, y le buscó con sus gritos, que importunado a los que le acompañaban, no los apagaron. 

Tanto insistió, que Jesús accedió a verle. Y conocido que Jesús le llamaba, saltó sin dudarlo arrojando su manto. Posiblemente era todo lo que tenía, su manto, con el que se protegía del frío y se tapaba para dormir. Y delante de Jesús, interpelado por lo que quería, no lo dudó ni un instante: Maestro, ¡que vea!

Hay tres acciones que pueden ayudarnos en nuestra vida de cada día. Por un lado, la escucha de Jesús, de su Palabra, y la disponibilidad a estar atento a su paso por nuestra vida. Porque Jesús no sólo pasa por la vida de Bartimeo, también por la tuya y la mía. Un segundo aspecto, la respuesta. Bartimeo, dice la Escritura, dio un brinco y corrió presto a la presencia de Jesús. ¿Estamos nosotros en esas actitudes, la de escuchar con atención y responder a la llamada presto y veloz. 

Pero, simultáneamente, con el brinco, Bartimeo arrojó el manto. Un claro signo de despojo, de dejar lo que tenemos para, desnudos, acudir a llamada del Señor. Porque no se hará la luz en ti si no te has despojado de la oscuridad que llevas encima. Necesitas presentarte delante del Señor limpio, Penitencia, para que la Gracia del Espíritu S

miércoles, 21 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

Reflexionamos hoy acerca de la fidelidad a la promesa de amor entre el hombre y la mujer sobre la cual está fundada la familia, y que lleva en sí el compromiso de acoger y educar a los hijos, cuidar de los padres ancianos y de los miembros más débiles de la familia, ayudándose mutuamente a desarrollar las propias cualidades y a aceptar las limitaciones.

En la actualidad, algunos factores como la búsqueda a toda costa de la propia satisfacción, o la exaltación innegociable de la libertad, han debilitado la fidelidad a esta promesa, deshonrando la fidelidad con el incumplimiento de las promesas o siendo muy indulgentes con la inobservancia de la palabra dada. Es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor, sabedores de que la fidelidad del hombre a la promesa depende siempre de la gracia y de la misericordia de

domingo, 18 de octubre de 2015

TODO AL REVÉS

(Mc 10,35-45)


Lo lógico es que ya que vienes a ofrecerme la salvación, yo pague por tus servicios. Pero no fue así con Jesús. Vino, se ofreció voluntario, según la Voluntad del Padre, para ofrecernos la salvación, y encima paga con su Vida en una muerte de Cruz, padeciendo y sufriendo. Quién lo entienda que lo explique, porque, en nuestro mundo de hoy y de siempre, quien paga tiene servicios en correspondencia, y si no son los que nos corresponden, protestamos.

Aquí, en el caso que nos ocupa, con Jesús, ocurre todo lo contrario. Viene, se ofrece y se da, nos sirve y se preocupa por cada uno de nosotros, y encima paga. ¡Y qué precio! Una muerte de Cruz. Crucificado y condenado como un malhechor. 

No nos cabe en la cabeza. El Rey, el Señor de todo, se despoja de su Poder, para salvarnos y pagar con su Vida. Sólo hay un mensaje que nos lo puede hacer comprensible: el servicio. Jesús, el Hijo de Dios Vivo, vino a servir al hombre, y a ofrecerse, hasta el extremo de su propia vida, por salvarlo. Nos revela su actitud de servicio, es decir, de amor. 

Porque el amor no se cuenta por riqueza, por bienes o poder, sino por servicio. La sustancia y esencia del amor es servir. El amor habla con el servicio, de tal forma que quien te sirve te está hablando y diciéndote que te ama. Ayer, cuando llevaba mi perro al veterinario, un joven me miró y viendo a donde iba me indicó que el veterinario se había trasladado a otra dirección. Me sorprendió su mirada interesada, y su amabilidad de asesorarme sobre el lugar donde se había trasladado el veterinario. Pues bien, eso es amar.

No es tan difícil amar o servir, porque se ama en la medida que sirves de forma gratuita y desinteresada. No hay intereses por medio. Sólo queda amor. Porque el amor no siempre se siente, a veces, exige voluntad y valor para darlo. El amor es un compromiso, y no un privilegio de poder.

Las Palabras de Jesús a sus discípulos, y también a nosotros son: el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

miércoles, 14 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionaremos sobre el tema de las promesas que hacemos a los niños. No me refiero a esas pequeñas promesas que hacemos habitualmente para que se porten bien o se esfuercen en el colegio, sino más bien a la promesa contenida en el hecho de traerles a la vida. Esta promesa de acogida, cuidado, cercanía y atención concreta, se puede resumir en una palabra: Amor. 

A los chicos les prometemos amor. Una promesa de amor, en definitiva, que hemos aprendido de nuestros padres antes incluso de ser conscientes y que, con una actitud inerme y confiada, todo niño espera que le sea correspondida íntegramente. Si esto no sucede, se les hiere profundamente. Por eso, Jesús en el Evangelio nos alerta de que Dios y sus ángeles velan sobre esta responsabilidad.

El niño recibe de su familia, con su nombre y con las primeras palabras y sonrisas y caricias, la belleza de estar con los demás, aprendiendo a ser libre y

domingo, 11 de octubre de 2015

TÚ LO PUEDES TODO

(Mc 10,17-30)


Nuestro mundo está organizado en función del dinero. Con dinero nos sentimos fuertes y poderosos.  Llegamos incluso a pensar que todo tiene un precio, y teniendo dinero podemos comprarlo todo. En un mundo así se hace muy difícil escapar de esta tentación y dejar de aspirar a ser rico.

Por otro lado, cuando tu corazón está lleno de riquezas o de esas aspiraciones de riqueza, no dejas lugar para otras cosas, y las de Dios tampoco. Como el joven rico de hoy, del que no conocemos sino que al parecer era joven y rico, rechazamos la oferta de Jesús de vaciarnos de tantas riquezas o bienes que llenan nuestro corazón y no dejan cabida para más.

Será necesario limpiarlo y dejarlo vacío de todo aquello que oscurece la verdadera visión que esconde esa felicidad que buscamos. Empezamos a amar en la medida que empezamos a desprendernos de todo aquello que ocupa el lugar del amor en nuestro corazón. Y es que en la medida que compartimos, recibimos. Si no compartes pierdes incluso lo que has dejado de compartir, pero también pierdes los bienes espirituales que podías haber recibido. Pierdes todo.

Pero cuando eres capaz de compartir, ganas. No sólo lo material sino también lo espiritual. Eso es lo que Jesús nos viene a decir hoy: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».

Hace mucho tiempo escribí una reflexión, "mis amigos los curas", que de alguna manera viene a experimentar eso que Jesús nos dice. 

Señor, queremos seguirte dejándolo todo, pero nuestras fuerzas y miedos Tú los conoces. Danos la Gracia de vencerlos y de darnos integramente al servicio de tu Palabra y Voluntad por amor.

miércoles, 7 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

El pasado domingo comenzó el Sínodo de los Obispos con el tema «vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». La familia requiere toda nuestra atención y cuidado, y el Sínodo debe responder a esta solicitud.

Los hombres y mujeres de hoy necesitan una inyección de espíritu de familia. Ante el débil reconocimiento y apoyo a la persona en las diversas relaciones sociales, la familia abre una perspectiva más humana, que permite establecer vínculos de fidelidad, sinceridad, cooperación y confianza. Enseña a honrar la palabra dada, a respetar a cada persona y a comprender sus límites. Brinda una atención insustituible a los miembros más pequeños, vulnerables, heridos y devastados en su vida.

Para la Iglesia el espíritu de familia es como su carta magna: la Iglesia es y debe ser la

domingo, 4 de octubre de 2015

MATRIMONIO: ¿ASOCIACIÓN O UNIDAD?

(Mc 10,2-16)


Se hace difícil hablar del matrimonio, porque dependerá de la fe en nuestro Señor el tratamiento que le demos a nuestra unión matrimonial. Las cosas son tratadas según con la mirada que les mire. Los contratos tienen unas condiciones, pero muchos se rompen sin cumplirlas.

Vivimos en estos momentos una crisis de justicia. Hay muchas leyes constitucionales que, al parecer, no se cumplen, y cada cual trata de aplicarla según sus intereses. El resultado es la separación y la desunión. Y eso mismo ocurre en el matrimonio. Si das la espalda a lo que dice Jesús, para ti el matrimonio es cosa de prueba y de experimento. Si me va mal, o no me satisface, lo dejo y a formar otro.

El sentido común no parece que apruebe eso. La fidelidad nos dice, en lo profundo de nuestra conciencia, que cuando se promete debe cumplirse. Y el amor, el verdadero y auténtico, es un amor que se descubre en los momentos y circunstancias más difíciles y duras. Y es cosa de dos, porque de lo contrario esclaviza y somete, y se convierte en egoísmo dejando de ser amor.

Por lo tanto, lo que induce a separar son amores contaminados, egoístas, placenteros, que miran sólo para sí mismos y que se olvidan del otro cuando no les satisface sus intereses. Y eso es lo que ocurre, buscan estar en la Iglesia, pero cumpliendo sus intereses y egoísmos. Y claro, chocan con la Palabra de Jesús, que nos invita a vivir un amor solidario, comprometido y desapegado que estabilice la convivencia, la educación, los cuidados y protección de los hijos y hagan de los pueblos espacios de convivencia, de justicia y de paz.

Y todos sabemos que el sostén de los pueblos se apoya en las familias. Familias construidas en el verdadero amor al que invita Jesús. Todo lo demás es demagogia, mecanismos de defensa que tratan de justificar lo injustificable.

Indudablemente, tendremos que ser como niños para darnos cuenta que seguir los caminos y las enseñanzas que Jesús nos indica es la mejor propuesta el mundo que vivimos.

jueves, 1 de octubre de 2015

AUDIENCIA PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Deseo compartir con ustedes el grato recuerdo de mi reciente viaje a Cuba y a los Estados Unidos de América, que culminó con el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.

Llegué a Cuba como «Misionero de la Misericordia», y allí he experimentado la esperanza y la unidad de un pueblo que más allá de toda división y bajo la maternal mirada de la Virgen del Cobre, toma fuerza de sus raíces cristianas y afronta el futuro con un espíritu de servicio y responsabilidad.

 De allí pasé a los Estados Unidos de América, un paso que ha sido emblemático, gracias a Dios un puente se está reconstruyendo. En aquel País, he podido apreciar su gran patrimonio espiritual y ético, sobre el principio de que todos los hombres son iguales y dotados de derechos inalienables como la vida y la libertad. Estos principios son universales y encuentran