domingo, 27 de diciembre de 2015

LA GRANDEZA DE LA FAMILIA

(Lc 2,41-52)


La vida no tiene sentido sin la familia. Todos hemos nacidos en una familia, y quienes no hayan tenido esa suerte, experimentan esa necesidad y sus consecuencias. La familia da sentido a la vida. La familia despierta y motiva nuestros esfuerzos por crecer, aprender y perfeccionarnos. La familia nos compromete y nos exige superarnos cada día.

La familia es fuente y escuela de amor. En ella somos acogidos, servidos y protegidos. El mundo sin la familia va a la deriva, y es el peligro que corremos cuando se está destruyendo a las familias. Porque la familia está formada por el hombre y la mujer, de los que nacen los hijos. Esa es la única y verdadera familia, que los hombres y mujeres quieren destruir con sus egoísmos y pasiones desviadas y desnaturalizadas.

Jesús viene al mundo en una familia. Dios ha escogido a una mujer, María, y a un Padre adoptivo José, para formar la Sagrada Familia que educará, en el Espíritu Santo, a su Hijo Jesús. Y Jesús queda sometido a sus padres progresando en sabiduría, en estatura y en Gracia ante de Dios y ante los hombres.

¿Qué sería de cada uno de nosotros sin familia, sin la ternura de una madre y la protección de un padre? La familia es el lugar donde aprendemos a amar, y también a darnos y recibir amor misericordioso. La familia es la escuela de la vida, y sin familia todo sentido queda vacío y perdido.

Los padres de Jesús no comprendieron lo que les dijo al ser encontrado. Jesús tiene una misión que cumplir, y empieza a dar las primeras señales de lo que ha venido a realizar. María, sin entender nada, guardaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón.

¿Qué nos ocurre a nosotros? No entendemos tampoco, pero buscamos respuestas que no están a nuestro alcancen. Cómo María, debemos ser más confiados y guardar nuestras dudas con esperanza hasta que el Señor decida revelárnosla. Porque esa es la fe que se nos exige.

viernes, 25 de diciembre de 2015

REALMETE, ¿DEJAMOS NACER A JESÚS DENTRO DE NUESTRO CORAZÓN?

(Lc 2,1-14)
FELIZ NAVIDAD


¿Quién nace hoy dentro de m? Quizás esa sea la pregunta de la noche. Mientras cantamos y, posiblemente, nos emborrachamos de comida y alcohol nos entregamos al pesebre del mundo que nos tienta con sus comodidades, abundancias y fiestas. Queremos que nazca el Niño Dios, pero posiblemente no le dejemos nacer como Él ha venido y quiere, sino como nosotros deseamos que nazca.

Supongo que ese fue el problema de su pueblo. Esperaba otra clase de Mesías y salvador. No un Mesías pobre, indefenso, humilde y sin poder. Un Mesías hijo de unos padres desconocidos, humildes y que no pudieron ni brindarle una humilde casa. Una cabaña abandonada fue su primer reducto que le acogió como cuna de su nacimiento. Contradictoriamente, ¿qué famoso se ha hecho ese pobre y humilde cabaña? Hoy es visitada por ingentes multitudes de todo el mundo.

También es nuestro problema. ¿Qué Mesías esperamos nosotros? ¿Un Mesías cómodo, fuerte y poderoso en riquezas e influencias? ¿Un Mesías que impone su ley, que castiga y exige cumplimientos y justicia que no perdona? ¿Un Mesías a mis intereses y caprichos?

Porque dependiendo del Mesías que esperemos, así encauzaremos nuestro camino por la vida. Y, el mundo, parece buscar al primer Mesías descrito. A un Mesías que se adapte a sus costumbres y hábitos; a sus interese y apetencias. Quizás esa sea la razón del rechazo de muchos y de la forma de celebrar su nacimiento.

No se me ocurre otra cosa que pedir, pedir y pedir que la luz nazca en nuestros corazones, y que nos demos cuenta que Navidad no es sólo fiesta, sino el nacimiento de aquel Niño Dios que ha venido a salvarnos por amor. Por eso ha venido revestido de verdadero Amor. 

Un Amor humilde, sencillo, pobre, entregado, dado y revestido de misericordia. Un Amor que no castiga, sino que perdona y acoge a todos aquellos que, humildemente arrepentidos de sus soberbias y egoísmos, se abren a su perdón misericordioso. Amén.

domingo, 20 de diciembre de 2015

ERES BENDITA PORQUE HAS CREÍDO, MARÍA

(Lc 1,39-45)


Aquellos que buscan pruebas, aquí pueden encontrar una más entre las mil y una que hay. Isabel, llena del Espíritu Santo proclama: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

No se puede decir eso, sino a través de la acción del Espíritu Santo. ¿Cómo Isabel iba a saber el anuncio y la concepción del Hijo de Dios en María? Son detalles que, quizás, pasan desapercibido para muchos que no reparan en esa grandiosidad. 

María es bendita porque es cree en el Señor. Y bendito es el fruto que concibe, por la acción del Espíritu Santo, en su vientre. María es bendita porque, llena de humildad, acude apresurada a atender a su prima Isabel sin vanagloriarse que momentos antes había sido elegida para ser la Madre de Dios. María entiende su elección como servicio y entrega a los demás, siendo corredentora en la Redención que su Hijo, Jesús, concebido en su vientres, es enviado por el Padre para rescate y salvación de todos los hombres.

María tiene en el centro de su vida la fe en Dios, y anunciada por el Ángel Gabriel como Madre del Hijo de Dios, se somete voluntariamente a su Voluntad para ser la esclava del Señor y hacer su Voluntad. En María, todos los creyentes tenemos un ejemplo de fe y confianza en el Padre Dios, y de hacer su Voluntad. Con razón, Jesús años más tarde, la pone como la primera en cumplir la Voluntad de su Padre (Mt 12, 46-50).

Pidamos al Padre que nuestra fe aumente y sea firme. Firme hasta el punto que seamos bendecido, por la Gracia de Dios, por depositar toda nuestra confianza y vida en Dios, nuestro Padre.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO





Queridos hermanos y hermanas:

El Año Santo de la Misericordia ha comenzado en toda la Iglesia y se celebra en cada diócesis, como un signo visible del amor misericordioso del Padre y de la comunión universal. La Iglesia, que es “una”, vive la comunión con Dios mismo. 

Este misterio de comunión hace crecer y madurar en nuestro corazón el amor de Dios, que se manifiesta en la misericordia y el perdón. Amar y perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha cambiado nuestros corazones. Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en muchos otros signos que son característicos del Jubileo, como el atravesar la Puerta Santa. 

La Puerta simboliza al mismo Jesús. Cuando pasamos por ella manifestamos nuestra confianza en él y el deseo de una verdadera conversión. Jesús nos anima a salir al encuentro de los demás para llevarles su amor. La confesión es un signo también importante del Jubileo. Acercarse al Sacramento

domingo, 13 de diciembre de 2015

ESA ES LA PREGUNTA.¿QUÉ HACEMOS?

Lucas 3, 10-18


Todos hemos hecho esta pregunta muchas veces. De pequeño a nuestros padres, y de mayores nos hemos encontrados en muchas situaciones comprometidas que no sabemos dar respuestas. Nuestro mundo espera soluciones, porque tiene muchos problemas planteados.

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: - «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

No cabe ninguna duda que siguiendo estos mandatos el mundo andaría mejor. A nadie se nos esconde que procediendo de esta forma, el hambre y la sed de muchos pueblos serían mitigadas. No haría falta reformas laborales, ni tampoco abusos. Todos serían más justo y no habría por qué protestar. Pero la pregunta sigue en el airé: ¿Por qué no se hace esto?

La gente empezaba a pensar que Juan podría ser el Mesías esperado, pero él nos sacó de dudas: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

Juan hablaba de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que pondrá todas las cosas en su sitio, y establecerá su Reino en este mundo desorientado y perdido, que busca, pero en sitio equivocado. Un Reino de justicia, de paz y de amor. Eso que los hombres quieren, pero no saben cómo.

jueves, 10 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿Qué significa este Año Santo? Celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios. 

Se trata pues de una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su presencia y su cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad. Además, significa aprender que el perdón y la misericordia es lo que más desea Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las

martes, 8 de diciembre de 2015

EL EJEMPLO DE MARÍA

(Lc 1,26-38)


Hoy celebramos la Inmaculada Concepción, y eso debería servirnos para tomar referencia de la Madre de Dios. Porque una madre siempre es una referencia de amor, y María, aparte de ser madre, es la Madre de Dios, y eso es la mayor dignidad que una madre pueda tener.

Pero, en lo que debemos fijarnos es en el por qué María es elegida para ser la Madre de Dios. María, una joven sencilla, humilde y con un proyecto de vida humana. Como todos debemos tener. Una persona sin proyecto, es una persona a la deriva. Saber el rumbo de nuestra vida es la primera de las características que debemos apreciar de María. 

María va a formar una familia con José. Están desposados según las costumbres judías, y esperan su hora y momento. Es cuando, repentinamente, irrumpe Dios en su vida, y por medio del Ángel Gabriel anuncia a María el Proyecto de Dios. Nos preguntamos: ¿No tendrá Dios también para nosotros un proyecto? ¿Estamos atento a escuchar su anuncio?

Sabemos por el Evangelio y por la Iglesia que nos lo transmite la respuesta que dio María a esa invitación de Dios a participar en su Proyecto. Nada más y nada menos que ser la Madre de su Hijo Jesús. A lo que María accede sorprendida y abandonada a la Voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

¿Es esa nuestra respuesta? ¿Estamos dispuesto y disponibles a responder "sí, hágase tu Voluntad? No tengamos miedo, y confiemos en la Gracia de nuestro Señor y en la acción del Espíritu Santo. Posiblemente, el Señor no querrá de nosotros tan alta misión como le fue encomendado a María, la llena de Gracia. Pero tendremos la misión de vivir el amor como verdaderos hijos de Dios, tratando de esforzarnos en hacer su Voluntad con la ayuda del Espíritu Santo, quien nos alumbrará nuestro camino a seguir.

domingo, 6 de diciembre de 2015

EN EL AÑO QUINCE DEL IMPERIO DE TIBERIO CESAR

(Lc 3,1-6)

Juan el Bautista es llevado por la Palabra de Dios al desierto. Él va a ser el instrumento del que Dios se sirva para proclamar un Bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Y esto no sucede de forma imprecisa o en aquellos tiempos, sino que se produce en una fecha concreta de la historia de la humanidad: "Año quince del Imperio de Tiberio Cesar".

Era en ese momento Poncio Piltato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea. Son fechas precisas que fijan el momento de la proclamación de la Palabra de Dios, y la aparición en la vida publica de Jesús. Juan, el precursor, prepara el terreno invitando a la conversión con un Bautismo de agua. 

Un signo que prepara un corazón contrito: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios».

Es lo que hoy llamamos el adviento, la preparación para la venida del Señor. La Palabra del Señor nos llama a prepararnos, a llenar los barrancos de mi vida con su Gracia; a rebajar la soberbia y mi orgullo suficiente y revestirlo de humildad y sencillez; purificar lo tortuoso de mi vida, descubriéndola sin dobleces y en verdad, y allanándola en sintonía con la Palabra de Dios.

La salvación se hace presente en nuestras vidas, pero para que florezca en nuestros corazones necesita nuestra colaboración. La Gracia del Señor está asegurada por su Misericordia y Amor, pero espera nuestra respuesta, tal es, la de abrirnos a su Gracia y dejar que cultive nuestro corazón dando verdaderos frutos de amor.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero hablarles de mi visita apostólica a Kenia, Uganda y la República Centroafricana, donde he tenido la alegría de llevar la palabra de esperanza de Jesús resucitado.

En Kenia, un País que representa bien el reto global de nuestra época, los animé a cuidar sus riquezas naturales y espirituales, constituidas por los recursos de la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría de los pueblos, para que sea justo, inclusivo y sostenible.

En Uganda, bajo la memoria de sus mártires, he constatado el

domingo, 29 de noviembre de 2015

TIEMPO DE ESPERANZA Y LIBERACIÓN

(Lc 21,25-28.34-36)

A pesar de los malos presagios: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas, hay también Palabra de esperanza y de ánimo. Y no es una Palabra cualquiera, sino que es Palabra de Dios.

Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, está anunciando su segunda venida: Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

Pero lo verdaderamente importante es que Jesús nos dice que está cerca nuestra liberación. A pesar de nuestros miedos humanos, tenemos la esperanza de la alegría y la salvación. El Señor nos prepara y nos anima, porque sabe y conoce nuestros miedos y debilidades.

Empezamos hoy un nuevo ciclo, "C" y nos preparamos para el "Adviento", la venida del Señor. Jesús está a punto de nacer entre nosotros, y necesita que le hagamos un hueco en nuestro corazón para que nazca y llene de esperanza y alegría nuestra vida. Necesitamos  prepararnos y ayudarnos de todo aquello que nos sirva para no dejarnos embriagar por las cosas de este mundo.

Necesitamos preparar dentro de nosotros unas Navidades llenas del Amor de Jesús, y no centradas en comilonas, en festejos y cosas y cosas que sólo persiguen consumir. La Navidad es tiempo de salvación, porque es la hora en que Jesús se hace presente entre los hombres para pagar por nuestro rescate.

domingo, 22 de noviembre de 2015

EL SEÑOR, CENTRO Y REY DE NUESTRA VIDA

(Jn 18,33-37)


Para los que seguimos a Jesús, Él es nuestro Rey. No hay ninguna duda. Jesús es el centro y Rey de nuestras vidas. Pero, para aquellos que esperan de Jesús, poder, mando, riquezas y fuerzas, no está claro que un, aparenten, pobre y humilde hombre sea el Señor y salvador del mundo.

Esa es la disyuntiva. Si esperamos un Dios poderoso que impone su poder y su fuerza, Jesús no responde a esas expectativas. Jesús es más bien un estorbo. Eso fue lo que pensaron muchos judíos de aquel tiempo, y también los romanos que ocupaban el poder de la época. Precisamente Pilato, irónicamente, le preguntó sobre su reinado.

Jesús, firme y seguro de su misión e identidad, respondió: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: « ¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

El amor es el arma que Jesús pone en acción. Porque de no ser el amor, ni un instante le hubiese bastado para imponerse. Sólo con pensarlo estaría realizado. Jesús, cumpliendo la misión encomendada por su Padre, ha venido a redimirnos por amor y con amor. Su Reino, como nos ha dicho, es un Reino de amor, de justicia y de paz. Y Él es el ejemplo y la Víctima propiciatoria que nos redime y nos rescata dando su Vida por amor.

El Señor es nuestro único y verdadero Rey, y en Él ponemos todas nuestras esperanzas. Un Rey que nos habla desde el corazón, y que ha escrito dentro de cada uno de sus hijos la ley del Amor. Porque todos los hombres sentimos, deseamos y queremos amar.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

En el umbral del Año de la Misericordia, quiero reflexionar hoy sobre el sentido de la puerta santa. Una puerta que se abre en la Iglesia para salir al encuentro de aquellos que por tantas razones se encuentran lejos. También las familias están invitadas a abrir sus puertas para salir al encuentro de Jesús que nos espera paciente, y que quiere traernos su bendición y su amistad. Una Iglesia que no fuera hospitalaria o una familia cerrada en sí misma sería una realidad terrible, que mortifica el Evangelio y hace más árido el mundo.

La puerta abierta nos habla de confianza, de hospitalidad, de acogida. La puerta es para proteger, no para rechazar, y además no puede ser forzada, porque la hospitalidad brilla por la libertad de la acogida. Jesús siempre llama, siempre pide permiso. Al mismo tiempo, la puerta debe abrirse frecuentemente, aunque sólo sea para ver si hay alguien que espera y que no

domingo, 15 de noviembre de 2015

TE ESPERAMOS SEÑOR

(Mc 13,24-32)


Nuestra esperanza está fundada en la Palabra del Señor. No seguimos a un muerto, sino que vivimos en Alguien que Vive y que está con nosotros. Y nos ha prometido su segunda venida triunfante a poner fin a este mundo y a llevarnos al lugar que ahora nos prepara para cuando Él venga,

Es una fiesta y una gran esperanza. ¡Estamos salvados!, porque el Señor ha pagado con su Muerte de Cruz nuestro rescate, y eso significa que con su segunda venida empezará un mundo nuevo, un mundo de justicia, de amor y de paz. Un mundo de gozo pleno y eterno.

Ahora, todo depende de nuestra respuesta. Ahora es el momento de responder, porque cuando llegue nuestra hora, no habrá tiempo. Este es nuestro tiempo de salvación, que ya está pagado, rescatado y que, sólo depende de nuestra respuesta. Y para ello, no estamos solos. Nos acompaña el Espíritu Santo, que nos anima y nos fortalece, que nos ilumina y que nos da la sabiduría de discernir lo bueno de lo que hay desechar y evitar.

Somos unos privilegiados, hermanos, porque sabemos que Jesús no nos engaña, y que su Palabra es Palabra de Vida Eterna. y Él, que con su Muerte y Resurrección, nos ha salvado, nos ha prometido regresar para darnos Vida plena y Eterna. Y, lo mejor, es que no sabemos la hora ni el instante en que eso sucederá. Eso nos obliga a estar siempre esperando y preparados, y evitar que nos despistemos y nos desviemos.

Por eso, la Iglesia, madre y protectora, nos acompaña, nos guía y nos anima a estar siempre preparados en el ejercicio de los sacramentos. La oración y la Eucaristía, apoyado en nuestro arrepentimiento contrito lavado en la Penitencia, nos preparan y nos dan la Gracia del Espíritu para vencernos y rechazar las tentaciones que el mundo nos ofrece para desviarnos del camino..

Y en esa actitud y esperanza te damos gracias, Señor, y te esperamos expectantes aguardando tu segunda venida. Una emoción y un reto que nos mantiene ilusionados y esperanzados cada día de nuestra vida. Realmente vale la pena. Gracias, Señor.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO






Queridos hermanos y hermanas

En la vida familiar aprendemos desde chicos la convivialidad, bellísima virtud que nos enseña a compartir, con alegría, los bienes de la vida. El símbolo más evidente es la familia reunida entorno a la mesa doméstica, donde se comparte no sólo la comida, sino también los afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes. 

Esta virtud constituye una experiencia fundamental en la vida de cada persona y es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares. Una familia que no come unida o que mientras come no dialoga y está mirando la televisión, o cada uno con su telefonino o con su aparatito, es una familia “poco familiar”, yo diría, es una familia automática.

Los cristianos tenemos una especial vocación a la convivialidad. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre. Fue

domingo, 8 de noviembre de 2015

LA CUESTIÓN NO ES DAR, SINO DARSE

(Mc 12, 38-44)


No se trata de hacer muchas obras, ni de estar en todas partes. No se trata de ser un filántropo, ni tampoco de contribuir al bien común. Tampoco estoy diciendo que eso no sea bueno hacerlo, y que viene muy bien al bien común. Lo que intento decir es que hacer esas cosas no significa nada.

Y no significa nada porque lo verdaderamente importante es la intención del corazón. Eso, lo de hacer y dar, lo hacían y hacen muchos que se precian de ser grandes y buenas personas. Eso lo hacían, en tiempo de Jesús, los escribas: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa».

Y hoy ocurre exactamente igual. Muchos aprovechan sus puestos privilegiados para lucir sus aparentes imágenes de bienhechores, de filántropos, de personas buenas y de bien, pero eso, aunque no las tachamos de malas acciones, no es el corazón del amor. Jesús lo deja hoy muy claro en el Evangelio: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir».

Esa es la cuestión, no simplemente dar, sino darse. Porque, puede ser que lo que estés dando hasta sea una molestia para ti, y quitándotela de encima aparentas que la compartes. Simple apariencia, que persigue dejarte bien sin ningún esfuerzo, deshaciéndote de lo que no quieres.

La cuestión es otra, y cada uno debe discernir hasta dónde puede llegar. No se trata de quedarte desnudo y sin nada, pero sí compartir, no sólo tu dinero, que quizás no es lo más importante, sino tu tiempo, tus talentos y cualidades, tu vida al servicio de aquellos que la necesitan. Tal y como Jesús la ha compartido contigo, y la ha entregado para que tú vivas.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

La Asamblea del Sínodo de los Obispos ha terminado hace poco y me ha entregado un texto, que aún debo meditar. Pero, entretanto, la vida continúa, sobre todo la vida de las familias.

Hoy quisiera centrarme en la familia como ámbito para aprender a vivir el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser duradero. Lo rezamos siempre en el Padre Nuestro: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. 

Todos los días, de alguna u otra manera, nos hacemos daño. Pero lo que se nos pide es curar inmediatamente las heridas que nos causamos y restaurar los vínculos que se han dañado. Si esperamos demasiado, todo es más difícil. Y hay un remedio muy simple: no dejar que termine el día sin pedir

domingo, 1 de noviembre de 2015

¡VIVAN LOS SANTOS!

(Mt 5,1-12a)


Hoy, Jesús, en el Evangelio los llama dichosos y bienaventurados, porque los santos son ya dichosos y bienaventurados para Siempre. Gozan de la Eternidad junto a la Gloria del Padre. ¿Hay dicha mayor? Quizás todavía nosotros no podemos experimentarla plenamente, pues estamos sometidos y esclavizados a los sentimientos y apetitos del mundo, pero esperamos con gozo y alegría alcanzar un día esa santidad junto a nuestro Padre Dios. .

Esa es la fiesta que hoy celebramos. Todo lo contrario a lo que muchos, sin saber por qué, celebran el día antes Halloween, sin sentido y sin razón, porque celebrar la muerte, aparte de ser triste, no va con el ser humano, nacido para la vida, y vida eterna. ¿A quién le gusta morir? Pues, ¿qué sentido tiene celebrar la muerte?

Por eso, el Señor llama dichosos a aquellos que han cumplido la Voluntad del Padre desde el Amor, porque muchos nos empeñamos en vivirla desde la ley y los cumplimientos. El amor es más amplio y en él se contiene la misericordia. El amor da la oportunidad al perdón y al arrepentimiento, y mira las circunstancias, tanto de debilidad como de pecado, a los que el hombre se ve sometido.

Descubrimos nuestras esclavitudes y nuestras miserias, y necesitamos ser amados para, en ese amor, alcanzar el perdón. Por eso, nuestro Padre Dios nos ha amado tanto que ha sido capaz de entregar a su propio Hijo para, no sólo decírnoslo, sino entregarse a una muerte de Cruz para rescatarnos y alcanzar nuestro perdón. ¿Cómo, nosotros, podemos negarlo a corresponderle y seguirle? Y eso significa también decirlo, proclamarlo y compartirlo. Pero, ¿cómo?

Tal y como nos señalan las bienaventuranzas en el Evangelio de hoy: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra...

Pidamos esa sabiduría y fortaleza para llevarlas a nuestras vidas y vivirlas en plenitud con y por la Gracia de Dios.

jueves, 29 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA



Queridos hermanos y hermanas:

Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. 

Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan

domingo, 25 de octubre de 2015

LA OSCURIDAD NOS DA MIEDO

(Mc 10,46-52)


No cabe ninguna duda que la oscuridad nos da miedo. No ver supone no saber por donde vamos, ni conocer los posibles peligros que podemos tener delante de nosotros. La oscuridad nos causa inseguridad y nos hace dudad de todo. No ver es perder el rumbo.

Sin embargo, hay otra visión más importante. Se trata de la visión espiritual, la de la fe. No saber descubrir el tiempo que vivimos como un camino, largo o corto, y desperdiciarlo en cosas vanas y caducas por no discernir lo que realmente es importante, es la peor de las cegueras que podamos padecer.

Eso fue lo que le ocurrió a Bartimeo, aquel ciego que estaba a la salida de Jericó, junto al camino. Él aprovechó su tiempo y su momento. Pasaba Jesús y escuchó sus pasos y la algarabía de todos los que iban con Él. Entendió que era Jesús y había oído hablar de sus prodigios. No lo dudó, y le buscó con sus gritos, que importunado a los que le acompañaban, no los apagaron. 

Tanto insistió, que Jesús accedió a verle. Y conocido que Jesús le llamaba, saltó sin dudarlo arrojando su manto. Posiblemente era todo lo que tenía, su manto, con el que se protegía del frío y se tapaba para dormir. Y delante de Jesús, interpelado por lo que quería, no lo dudó ni un instante: Maestro, ¡que vea!

Hay tres acciones que pueden ayudarnos en nuestra vida de cada día. Por un lado, la escucha de Jesús, de su Palabra, y la disponibilidad a estar atento a su paso por nuestra vida. Porque Jesús no sólo pasa por la vida de Bartimeo, también por la tuya y la mía. Un segundo aspecto, la respuesta. Bartimeo, dice la Escritura, dio un brinco y corrió presto a la presencia de Jesús. ¿Estamos nosotros en esas actitudes, la de escuchar con atención y responder a la llamada presto y veloz. 

Pero, simultáneamente, con el brinco, Bartimeo arrojó el manto. Un claro signo de despojo, de dejar lo que tenemos para, desnudos, acudir a llamada del Señor. Porque no se hará la luz en ti si no te has despojado de la oscuridad que llevas encima. Necesitas presentarte delante del Señor limpio, Penitencia, para que la Gracia del Espíritu S

miércoles, 21 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

Reflexionamos hoy acerca de la fidelidad a la promesa de amor entre el hombre y la mujer sobre la cual está fundada la familia, y que lleva en sí el compromiso de acoger y educar a los hijos, cuidar de los padres ancianos y de los miembros más débiles de la familia, ayudándose mutuamente a desarrollar las propias cualidades y a aceptar las limitaciones.

En la actualidad, algunos factores como la búsqueda a toda costa de la propia satisfacción, o la exaltación innegociable de la libertad, han debilitado la fidelidad a esta promesa, deshonrando la fidelidad con el incumplimiento de las promesas o siendo muy indulgentes con la inobservancia de la palabra dada. Es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor, sabedores de que la fidelidad del hombre a la promesa depende siempre de la gracia y de la misericordia de

domingo, 18 de octubre de 2015

TODO AL REVÉS

(Mc 10,35-45)


Lo lógico es que ya que vienes a ofrecerme la salvación, yo pague por tus servicios. Pero no fue así con Jesús. Vino, se ofreció voluntario, según la Voluntad del Padre, para ofrecernos la salvación, y encima paga con su Vida en una muerte de Cruz, padeciendo y sufriendo. Quién lo entienda que lo explique, porque, en nuestro mundo de hoy y de siempre, quien paga tiene servicios en correspondencia, y si no son los que nos corresponden, protestamos.

Aquí, en el caso que nos ocupa, con Jesús, ocurre todo lo contrario. Viene, se ofrece y se da, nos sirve y se preocupa por cada uno de nosotros, y encima paga. ¡Y qué precio! Una muerte de Cruz. Crucificado y condenado como un malhechor. 

No nos cabe en la cabeza. El Rey, el Señor de todo, se despoja de su Poder, para salvarnos y pagar con su Vida. Sólo hay un mensaje que nos lo puede hacer comprensible: el servicio. Jesús, el Hijo de Dios Vivo, vino a servir al hombre, y a ofrecerse, hasta el extremo de su propia vida, por salvarlo. Nos revela su actitud de servicio, es decir, de amor. 

Porque el amor no se cuenta por riqueza, por bienes o poder, sino por servicio. La sustancia y esencia del amor es servir. El amor habla con el servicio, de tal forma que quien te sirve te está hablando y diciéndote que te ama. Ayer, cuando llevaba mi perro al veterinario, un joven me miró y viendo a donde iba me indicó que el veterinario se había trasladado a otra dirección. Me sorprendió su mirada interesada, y su amabilidad de asesorarme sobre el lugar donde se había trasladado el veterinario. Pues bien, eso es amar.

No es tan difícil amar o servir, porque se ama en la medida que sirves de forma gratuita y desinteresada. No hay intereses por medio. Sólo queda amor. Porque el amor no siempre se siente, a veces, exige voluntad y valor para darlo. El amor es un compromiso, y no un privilegio de poder.

Las Palabras de Jesús a sus discípulos, y también a nosotros son: el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

miércoles, 14 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionaremos sobre el tema de las promesas que hacemos a los niños. No me refiero a esas pequeñas promesas que hacemos habitualmente para que se porten bien o se esfuercen en el colegio, sino más bien a la promesa contenida en el hecho de traerles a la vida. Esta promesa de acogida, cuidado, cercanía y atención concreta, se puede resumir en una palabra: Amor. 

A los chicos les prometemos amor. Una promesa de amor, en definitiva, que hemos aprendido de nuestros padres antes incluso de ser conscientes y que, con una actitud inerme y confiada, todo niño espera que le sea correspondida íntegramente. Si esto no sucede, se les hiere profundamente. Por eso, Jesús en el Evangelio nos alerta de que Dios y sus ángeles velan sobre esta responsabilidad.

El niño recibe de su familia, con su nombre y con las primeras palabras y sonrisas y caricias, la belleza de estar con los demás, aprendiendo a ser libre y

domingo, 11 de octubre de 2015

TÚ LO PUEDES TODO

(Mc 10,17-30)


Nuestro mundo está organizado en función del dinero. Con dinero nos sentimos fuertes y poderosos.  Llegamos incluso a pensar que todo tiene un precio, y teniendo dinero podemos comprarlo todo. En un mundo así se hace muy difícil escapar de esta tentación y dejar de aspirar a ser rico.

Por otro lado, cuando tu corazón está lleno de riquezas o de esas aspiraciones de riqueza, no dejas lugar para otras cosas, y las de Dios tampoco. Como el joven rico de hoy, del que no conocemos sino que al parecer era joven y rico, rechazamos la oferta de Jesús de vaciarnos de tantas riquezas o bienes que llenan nuestro corazón y no dejan cabida para más.

Será necesario limpiarlo y dejarlo vacío de todo aquello que oscurece la verdadera visión que esconde esa felicidad que buscamos. Empezamos a amar en la medida que empezamos a desprendernos de todo aquello que ocupa el lugar del amor en nuestro corazón. Y es que en la medida que compartimos, recibimos. Si no compartes pierdes incluso lo que has dejado de compartir, pero también pierdes los bienes espirituales que podías haber recibido. Pierdes todo.

Pero cuando eres capaz de compartir, ganas. No sólo lo material sino también lo espiritual. Eso es lo que Jesús nos viene a decir hoy: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».

Hace mucho tiempo escribí una reflexión, "mis amigos los curas", que de alguna manera viene a experimentar eso que Jesús nos dice. 

Señor, queremos seguirte dejándolo todo, pero nuestras fuerzas y miedos Tú los conoces. Danos la Gracia de vencerlos y de darnos integramente al servicio de tu Palabra y Voluntad por amor.

miércoles, 7 de octubre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO




Queridos hermanos y hermanas:

El pasado domingo comenzó el Sínodo de los Obispos con el tema «vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». La familia requiere toda nuestra atención y cuidado, y el Sínodo debe responder a esta solicitud.

Los hombres y mujeres de hoy necesitan una inyección de espíritu de familia. Ante el débil reconocimiento y apoyo a la persona en las diversas relaciones sociales, la familia abre una perspectiva más humana, que permite establecer vínculos de fidelidad, sinceridad, cooperación y confianza. Enseña a honrar la palabra dada, a respetar a cada persona y a comprender sus límites. Brinda una atención insustituible a los miembros más pequeños, vulnerables, heridos y devastados en su vida.

Para la Iglesia el espíritu de familia es como su carta magna: la Iglesia es y debe ser la

domingo, 4 de octubre de 2015

MATRIMONIO: ¿ASOCIACIÓN O UNIDAD?

(Mc 10,2-16)


Se hace difícil hablar del matrimonio, porque dependerá de la fe en nuestro Señor el tratamiento que le demos a nuestra unión matrimonial. Las cosas son tratadas según con la mirada que les mire. Los contratos tienen unas condiciones, pero muchos se rompen sin cumplirlas.

Vivimos en estos momentos una crisis de justicia. Hay muchas leyes constitucionales que, al parecer, no se cumplen, y cada cual trata de aplicarla según sus intereses. El resultado es la separación y la desunión. Y eso mismo ocurre en el matrimonio. Si das la espalda a lo que dice Jesús, para ti el matrimonio es cosa de prueba y de experimento. Si me va mal, o no me satisface, lo dejo y a formar otro.

El sentido común no parece que apruebe eso. La fidelidad nos dice, en lo profundo de nuestra conciencia, que cuando se promete debe cumplirse. Y el amor, el verdadero y auténtico, es un amor que se descubre en los momentos y circunstancias más difíciles y duras. Y es cosa de dos, porque de lo contrario esclaviza y somete, y se convierte en egoísmo dejando de ser amor.

Por lo tanto, lo que induce a separar son amores contaminados, egoístas, placenteros, que miran sólo para sí mismos y que se olvidan del otro cuando no les satisface sus intereses. Y eso es lo que ocurre, buscan estar en la Iglesia, pero cumpliendo sus intereses y egoísmos. Y claro, chocan con la Palabra de Jesús, que nos invita a vivir un amor solidario, comprometido y desapegado que estabilice la convivencia, la educación, los cuidados y protección de los hijos y hagan de los pueblos espacios de convivencia, de justicia y de paz.

Y todos sabemos que el sostén de los pueblos se apoya en las familias. Familias construidas en el verdadero amor al que invita Jesús. Todo lo demás es demagogia, mecanismos de defensa que tratan de justificar lo injustificable.

Indudablemente, tendremos que ser como niños para darnos cuenta que seguir los caminos y las enseñanzas que Jesús nos indica es la mejor propuesta el mundo que vivimos.