domingo, 14 de septiembre de 2014

¡POR TU CRUZ,SEÑOR REDIMISTE AL MUNDO"

Jn 3, 13-17


No es cuestión de lamentaciones, ni tampoco de desesperación. Es verdad que estamos muy heridos, pero no muertos, y si el Señor, enviado por el Padre, no hubiese pasado, voluntariamente aceptada, por una muerte de Cruz, nosotros estuviésemos irremediablemente condenados a una muerte de perdición por nuestros pecados.

Pero nada de eso, Jesús, aceptando voluntariamente la Voluntad del Padre, se ha entregado libremente a una muerte de Cruz para remisión de nuestros pecados y, por su amor, a rescatarnos para la Vida Eterna. ¡Estamos salvados por la Cruz! Jesús, por Voluntad del Padre, ha bajado del cielo, no para juzgarnos sino para salvarnos del juicio, porque por el pecado estamos heridos y condenados, pero por el Señor y por su muerte en la Cruz hemos sido rescatados y salvados para la vida eterna.

En la Cruz, símbolo no de muerte sino de Resurrección, Jesús ha pagado por todos nuestros pecados y nos ha rescatado como hijos adoptivos del Padre igualándonos como coherederos de su Gloria. La Cruz se convierte en signo de esperanza, porque nuestra vida está llena de cruces, cruces que salen en nuestro camino aunque queramos evitarla. Cruces que nos acusan y nos persiguen cuando vivimos en la verdad y en la renuncia a la mentira e injusticia.

Son las cruces que cada uno encuentra en su propia vida. Cruces que como las alegrías y penas aparecen y desaparecen y nuestra misión es aceptarlas siempre desde la Voluntad del Padre. Así hizo Jesús, el Hijo, y libremente y voluntariamente, acepto una muerte de Cruz para salvarnos.

Danos Señor la fuerza y sabiduría de saber aceptar las cruces que sirven para hacernos mejores y crecer en vivir y cumplir tu Voluntad, porque es esa la que nos salva. Amén.