domingo, 13 de julio de 2014

EL TRABAJO DE CADA DÍA



No sé que tanto por ciento me ha sido encomendado, y eso me preocupa. Porque mi huerta particular, la que tengo plantada en mi corazón, ha de dar la cantidad porcentual para la que ha sido sembrada. Y de no hacerlo, estaría dando frutos por debajo de lo asignado y esperado. Eso supone que mi siembra no está bien cuidada, ni mi cosecha bien cultivada.

Independientemente de mi propia tierra, que será la que Dios ha querido regalarme, mis frutos dependerán también de mi voluntad y libertad. He sido también agraciado con el don de la libertad, como todos los hombres, y ese será mi primer trabajo de cultivo. Aceptar libremente la tierra recibida y adquirir de forma voluntaria el trabajarla para que dé el máximo rendimiento.

Pero, el segundo trabajo agrícola, está relacionado con mi voluntad. El campo de mi corazón necesita, no sólo agua, que corresponde a la Gracia de Dios, sino que también, porque así lo ha querido el Sembrador, depende de mi voluntad de renuncia a todo aquello que me puede impedir cultivar mi tierra para sacarle el máximo provecho. Apartarse de todo lo que me puede inclinar a la pereza y buena vida del disfrute fácil y cómodo, abandonando el trabajo laborioso y, a veces sacrificado, de la huerta de mi corazón, redundará en una mejor cosecha que elevará, tanto el número como la calidad de mis frutos.

Por eso, me preocupa el trabajo y mi cosecha, tanto en el número como en la calidad. Y pido al Sembrador Misericordioso que se apiada de mí y me infunda la Gracia de saber, con voluntad y trabajo, cultivar el huerto de mi corazón que Él me ha entregado. Amén.