domingo, 30 de marzo de 2014

DE DOMINGO A DOMINGO

(Jn 9,1-41)


Hay quienes no ven la luz del sol y quienes viéndola no le dan la debida importancia. Experimentamos la necesidad de ver, de ver físicamente lo que hay a nuestro derredor y la luz del sol, pero percibimos que eso sólo no nos basta. La luz del mundo no es suficiente. Y ocurre que viendo no ven, pues con la simple vista de nuestros ojos no nos es suficiente para encontrar el camino de salvación.

No sólo se trata de ver, sino de ver la verdadera Luz donde se esconde la Verdad. Aquel ciego, cuya vida desde su nacimiento estaba envuelta en oscuridad, despertó a la luz cuando sus ojos se abrieron por la Gracia del Señor. Sin embargo, la verdadera luz estaba delante de él: "Jesús, nuestro Señor".

Sucede que muchos de nosotros, con buena salud óptica y mirada de águila nos perdemos en el horizonte de este mundo viendo cosas aparentemente importantes que sólo la tienen de verdad cuando son miradas y contempladas desde la mirada del Señor. Él es la Luz verdadera y todo en Él cobra verdadero sentido. Fuera de Él nada se sostiene ni nada tiene sentido.

Por eso, muchos que ven, no ven lo verdaderamente importante. Viendo no ven, y creyéndose videntes están verdaderamente ciegos pues permanecen en la oscuridad de este mundo, perdido y precipitado al abismo de la oscuridad, pues rechazan la única y verdadera Luz.

Abre mis ojos, Señor, y dame la verdadera Luz que ilumina mi camino hacia Ti.