jueves, 27 de marzo de 2014

EL EVANGELIO DE LA FAMILIA


 
Publiqué en 2008 este post en Familia en construcción y lo traigo aquí para que no se me pierda.



"Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra" (Ef, 3, 14).

Tenía ya la intención de escribir un post con este título: "El Evangelio de la familia", pero la lectura de estas palabras de san Pablo han hecho que la intención se convirtiera en un propósito firme. ¿Por qué? Porque la familia es consustancial al Evangelio. O dicho de otra manera, porque la familia es el Evangelio.

En la carta a los Efesios san Pablo se esfuerza (y a juzgar por lo poco que se le ha comprendido, debemos de decir que no lo ha conseguido del todo) en desvelar el misterio escondido en Dios durante siglos. Y el misterio es éste: Dios es familia y ha querido que nosotros nos convirtamos en su familia.

Menos mal que Benedicto XVI nos ayudó a comprender que "la historia de la salvación no es un acontecimiento insignificante, en un planeta pobre, en la inmensidad del universo. No es un cosa mínima, que sucede por casualidad en un planeta perdido. Es el móvil de todo, el motivo de la creación. Todo es creado para que exista esta historia, el encuentro entre Dios y su creatura" (1).

Todo ha sido creado, desde el principio, para que el Hijo de Dios se encarnara en nosotros y de esta manera nosotros nos encarnáramos en Dios. Estamos llamados a ser familia de Dios: éste es el móvil de la creación. Todas las cosas son vuestras, vosotros de Cristo y Cristo de Dios, nos sigue enseñando san Pablo con claridad meridiana.

Quería hablar del Evangelio de la familia porque en los tiempos que corren es importante comprender que el Evangelio es mucho más que la buena nueva, es decir, que una noticia. Explica Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret -no tengo el libro a mano- que el término Evangelio procede de la cultura griega: consistía en el anuncio del decreto del Emperador proclamado en un lugar en el que dicho decreto había de ser puesto en práctica. No sólo el anuncio de algo que ha de suceder, sino de hecho el comienzo de la acción poderosa del emperador. El Evangelio de la familia no es sólo anuncio de algo que está por venir, sino la participación actual en el poder creador de Dios: un poder que actúa a través de los dinamismos del amor y de la sexualidad humanas.

La familia está constituida sobre la Palabra. Es signo de la Palabra de Dios (el Verbo de Dios hecho carne) y en ella se fundamenta. Por eso san Pablo dobla las rodillas "ante el Padre de quien procede toda familia en el cielo y en la tierra". La familia procede de Dios y sólo participan de ella quienes construyen -con o sin conocimiento de ello- en el fundamento de la Palabra. La familia humana se constituye por la palabra del hombre y de la mujer, es decir, por el ´"Sí quiero" mediante el que los dos se constituyen (y son constituidos) en una sola Carne. Esta es la familia que procede de Dios y en Él encuentra su fundamento.

Se equivocan profundamente quienes piensan que la familia procede de la biología y también los que opinan que la libertad en este campo es absoluta, atribuyendo a la simple voluntad humana el poder de constituir la familia. La familia permanece para la eternidad en la medida en que se fundamenta en Cristo: la alianza del hombre y de la mujer se funda en la Primera Alianza y la significa. Fuera de esa Alianza, las "alianzas" humanas son meras palabras, que se las lleva el viento.

Este es el realismo del que habla el Papa en la citada meditación. Ojalá las familias participen de ese realismo y se llenen de ese conocimiento y logren "abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano" (Ef, 3, 18).

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(1) Benedicto XVI, Meditación pronunciada durante la celebración de la hora tercia en el Aula del Sínodo.

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