Porque hay muchas clases de alimento, y todos son necesarios. Se necesita alimentarnos con el deseo o ideal de consumir etapas por las que desarrollamos nuestro potencial físico como intelectual. Son etapas en las que vamos respondiendo a múltiples ideales que nos motivan y mueven a caminar e ilusionarnos. Vamos perfeccionando nuestro desarrollo integral y madurando nuestro ser, tanto físico como intelectual y espiritual en constante desarrollo.
Sin embargo, hay uno que sobresale por encima de todos, y es el alimento del alma. Y sobresale porque, mientras los demás nos alimentan solo para los años que pasamos aquí en la tierra, el otro, el más importante y principal, es el alimento que perdura para siempre. Es el alimento para la vida eterna. Por eso, simplemente por eso, es el que más debemos cuidar y prestarle atención.
Y puede ser que sea el que pase más desapercibido y desatendido. Debemos, pues, escuchar más la Palabra del Señor y prestarle más atención. Jesús nos cura y nos alimenta. Ese fue el verdadero milagro de los panes y los peces, el hacernos ver que es Él el verdadero milagro de nuestra vida y que se nos da en alimento que salta hasta la vida eterna. Jesús nos hace partícipe de eso cuando nos invita a colaborar con Él, y nos pide participación. Nos descubre que en, con y por Él podemos también nosotros ayudar a que otros se puedan también, en Él, alimentarse de su Cuerpo y su Sangre.