Suele ocurrir muchas veces, y con bastante frecuencia: escondemos la cabeza, como el avestruz, por miedo a enfrentarnos a la realidad que se nos muestra delante de nuestros ojos. En cierta ocasión, y compartiendo desayuno por motivo del II Encuentro de blogueros con el Papa en Santander, con uno de los más importante exorcista de España y quizás del mundo, el padre Fortea (ver aquí), no reparé en preguntarle sobre la existencia del diablo.
Su respuesta fue afirmativa y tajante: Jesús mismo lo dice y habla muchas veces del demonio y fue tentado por él. El demonio es una persona concreta. Ignorarlo es un peligro porque él juega con la ventaja de nuestra naturaleza caída y nuestras apetencias a las cosas del mundo y de la carne. Si nos apartamos del Rebaño (Iglesia) quedamos a merced y encadenados a su poder.
Es la oración, la penitencia y sobre todo la Eucaristía las armas con las que le venceremos. La asistencia del Espíritu Santo nos alumbrará el camino para no caer en sus garras, y de manera especial, la protección de nuestra Madre y Señora la Virgen María, a la que el demonio teme pavorosamente.
Afortunadamente, la Iglesia empieza a despertar a este miedo injustificado al demonio y a presentarle batalla. Como testimonio de ello, les dejo este enlace que nos puede ayudar a tomar conciencia de la realidad (VER AQUÍ).