En la comunidad se hace presente el amor, y en ella, nos esforzarnos en reflexionar, escuchar, orar y hablar con el Señor. De esta forma, testimoniamos que creemos y amamos al SEÑOR.
Arrecife a, 14 de abril de 20222
La
Eucaristía lo es todo. Es la aspiración máxima a la que el hombre
aspira, muchos sin saberlo y otros muchos sin quererlo saber. Buscamos
la felicidad y la vida eterna, pero la buscamos en las cosas que en este
mundo existen. Queremos ser felices acumulando bienes, riquezas;
gozando de placeres, de comodidades, de apetencias y deseos...
Sin
embargo, experimentamos que nunca alcanzamos lo que deseamos y
pretendemos. La carrera siempre se nos hace interminable y no llega
nunca a su fin. Es más, cada día estamos, aunque aparentemente nos
engañemos, más insatisfechos. ¿Dónde y cómo buscar entonces?
El
secreto está en el amor, el amor que enciende nuestro corazón y lo
mantiene siempre ardiente, en llama viva, en incandescente gozo de
felicidad. Pero ese amor necesita un alimento, una vitamina que lo
sostenga siempre incandescente: "La Eucaristía".
La
Eucaristía es el alimento, la vitamina, el sostén, la fuerza, la
vitalidad, el aliento, la capacidad, el impulso y la vida que nos
permite caminar ardientemente, injertado en el Cuerpo y la Sangre de
Jesús, hacia la Casa del Padre. Es un misterio que nos sobrepasa y no
está a nuestro alcance. No lo entendemos, pero si podemos confiar que
allí está Jesús de Nazaret vivo, presente, ofreciéndose al Padre por
cada uno de nosotros.
Y, agarrados e injertados en Él,
somos también cada uno de nosotros ofrecidos al Padre y aceptados, por
la Muerte, ahora incruenta de su Hijo, por Él. Es, ese momento, la hora
más grande de cada día, y teniendo la posibilidad de recibirlo, ¡no hay
mayor privilegio!, ¡no hacerlo!, descubre en nosotros que todavía no
entendemos, ni siquiera, el valor y la importancia suprema de recibirlo
cada día.
Cuantas cosas hacemos, incluso rutinarias,
cada día porque son necesaria y casi vitales para nuestra vida. Pues la
Eucaristía es la mayor necesidad que el hombre tiene para llegar al
Padre. Es Jesús mismo quien se nos ofrece, vivo y presente.
El
Cardenal Bergoglio, antes de ser elegido Papa, nos ofrece su vivencia
de la Eucaristía. Su sencillez, su claridad y sabiduría nos podrá ayudar
a entenderla mejor.
Es un santo muy popular en Suiza. Nació en 1417 y, aunque se sentía
llamado a la vida eremítica, desempeñó funciones civiles y militares. Se
casó y tuvo cinco hijos y cinco hijas. Entró en contacto con los
Gottesfreunde (amigos de Dios), un movimiento religioso alsaciano. Con
50 años se trasladó a Alsacia y, más tarde, se retiró a Ranft, un lugar
desierto cerca de Flüe, donde sólo salía para escuchar misa y cuando la
patria lo necesitaba.
Su oración más frecuente era: "Señor mío y Dios mío, aleja de mí todo lo
que me aleje de ti. Señor mío y Dios mío, concédeme todo lo que me
acerque a ti. Señor mío y Dios mío, líbrame de mí mismo y concédeme
poseerte sólo a ti".
21 de marzo de 2013, jueves de la semana V de Cuaresma.
Oración de la mañana (laudes)
Oraciones del día descargables en PDF aquí.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO I (a elegir uno de los tres siguientes)
Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
SALMO 56: Oración matutina de un afligido
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.