jueves, 7 de febrero de 2013

El Núcleo Íntimo de la Fidelidad

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                                           El Papa Juan Pablo II con Michael Anderson que dirigió
                                                          'The Jeweller´s Shop'


El Papa Juan Pablo II escribió sobre las dimensiones de la fidelidad. Es difícil asignar dimensiones a algo que va más allá de la presencia física y que trasciende nuestra identidad, pero en su obra publicada en Inglés como Love & Responsibility’, nos ilustra los pasos fundamentales:

1.       Búsqueda. Implica buscar pacientemente y con generosidad a la persona con quien deseamos compartir el resto de nuestra vida. Si esta búsqueda no se realiza teniendo en cuenta los valores, será imposible ser fiel y feliz. La fidelidad no es una consecuencia del amor, en realidad antecede a la relación misma, ya que empieza en esta primera dimensión que cita Juan Pablo II. Debemos descubrir qué valores e ideales buscamos y cómo estamos dispuestos a corresponder. Esta rectitud de intención nos permite superar el egoísmo y abrir mejor nuestro corazón.
2.       Aceptación. Estar dispuesto (a) a aceptar al ser amado como es y confesarle una firme disponibilidad a confrontar todas las situaciones de la vida –sean buenas o malas- deseando y procurando lo mejor para el ser amado.
3.       Coherencia. Vivir según el compromiso de amor, estar dispuestos a aceptar incomprensiones, buscar soluciones, mantener el diálogo y evitar la ruptura. Este es el centro más íntimo del núcleo de la fidelidad.
4.       Constancia. La coherencia debe durar toda la vida. Es relativamente fácil ser coherente, un día, o dos, o tres o más, pero la coherencia debe perdurar. Puede ser fácil ser coherente en la hora de la exaltación, pero puede ser difícil serlo en la tribulación.  La coherencia que dura toda la vida constituye la fidelidad. La constancia nos permite ser fieles aún en las tinieblas, de tal manera que la luz de la fidelidad continúa brillando entre las tinieblas.

Observemos ciertas características de los anillos de matrimonio que reflejan estas dimensiones: Fueron entregados con la  bendición de Dios,  son preciosos,  resistentes, un círculo cerrado, los dos son iguales, fueron fundidos, no se salen, se van desgastando, pueden perderse, el dedo se amolda al anillo y puede necesitar ajustes. El anillo puede reflejar el estado que guarda la vida matrimonial. Juan Pablo II, que también fue dramaturgo, escribió una dialéctica obra que fue llevada al cine como ‘The Jeweller´s Shop’, estelarizada por Burt Lancaster. Obtuvo el Oscar por el guión en 1962. En esa obra, el joyero es una especie de consejero matrimonial que por medio de los anillos y las joyas se da cuenta cómo viven los matrimonios.  Daba consejos sobre estas mismas dimensiones a los matrimonios en post-guerra.

A través de la Historia de la Salvación, la fidelidad de Dios a su pueblo es un tema recurrente. Dios es el maestro de la fidelidad que nos ha amado a pesar de tanta ingratitud. Él tomó la iniciativa, mediante una alianza que ha sido renovada. Ahora, nosotros debemos corresponder a esa fidelidad para mantener activa esa alianza. Dios se desposa con su pueblo desde el Antiguo Testamento y sigue renovando la relación nupcial con su amada esposa.

La primera infidelidad fue el pecado. La palabra ´pecado´ en arameo implica no dar en el blanco, es decir, no estar presente donde se supone que debemos estar. El primer hombre, Adán, había sido ubicado por Dios en el paraíso. El Génesis nos relata cómo Dios visitaba a Adán, con la brisa de la tarde. Había un lugar de encuentro común. Después del pecado, Adán faltó a la cita: “He oído tus pasos en el jardín, tuve miedo porque estoy desnudo y me he escondido” (Gen. 3, 10). El Señor Dios lo ha llamado: “¿Dónde estás?” (Gen. 3, 10). Pero Adán no ha dado en el blanco. Faltó a la cita. El infiel no llega a la cita que tiene con Dios ni con su esposa, lo mismo sucede en el caso de la mujer infiel. Con la infidelidad, crece también la cizaña de los celos. Desconfían de sí mismos y de sus cónyuges. Por lo tanto, el celoso patético ya trae arrastrando consigo el primer acto de infidelidad. No es fiel ni consigo mismo ¿cómo puede ser fiel a su amada (o)? Trae la herida del pecado original muy profunda y no abre su corazón a la gracia para que sane su corazón de sus múltiples heridas. Othello, aunque es una obra literaria de Shakespeare, es todo un perfil sicológico y espiritual de los celosos. No abre su corazón a la gracia, sino a su infidelidad ya inherente que son los celos.

Hemos faltado a muchas otras citas con Dios y hemos fallado en reconocer a Jesús como el fundamento más propicio para la fidelidad. San Pablo insiste en recordarnos que Cristo es la mejor revelación de Dios. La epístola a los Hebreos nos permite reflexionar sobre nuestra fidelidad como hijos de Dios. Los líderes judíos se consideraban discípulos de Moisés, que era considerado como Dios Sacerdote (Ex 4:16; 7:1), aún la literatura rabínica lo consideraba un dios. Cuando San Pablo declara a Jesús “mejor que Moisés”, creó un antagonismo con ellos (Gal 1:6-10; 2:16-21). Cristo ha sido el mediador de la alianza definitiva, que es superior (Hb 8, 5-6). Moisés había sido fiel en el ministerio preparatorio para esta alianza definitiva, pero la alianza basada en la ley de Moisés no tenía un fundamento suficientemente sólido para sostener la fidelidad del pueblo hebreo, ya que no tenía la provisión de la gracia para mantenerla, lo cual condujo inevitablemente a la infidelidad de la desobediencia y al fallido auto-esfuerzo en sus obras.  Sólo la gracia y la verdad constituyen fundamentos sólidos, como se manifiestan en Cristo (Jn 1, 17). Por la dinámica de la vida de Cristo, los Cristianos gozamos de esta provisión. Moisés fue fiel en la Antigua Alianza como siervo de la Casa de Israel (Números 12, 7), mientras que Cristo es fiel como Hijo en su propia Casa, que es la Iglesia, lo cual implica que ha venido a reinar sobre todas las cosas (Hb 1:2) como heredero. Como hijos de Dios, nosotros necesitamos la fidelidad para proteger nuestra propia filiación como hijos de Dios por la gracia, ya que la infidelidad conduce a la esclavitud del pecado y nos priva de la libertad que procede de Dios.

El matrimonio necesita revestirse de esa gracia para renovarse y fortalecerse.  La coherencia y la constancia deben salvaguardar la intimidad para que la fidelidad fortalezca el vínculo. Es por eso que es importante que los esposos recurran con frecuencia a los sacramentos de reconciliación y Eucaristía, ya que Dios es el autor de la dinámica del Amor.

La fidelidad en un matrimonio requiere perseverancia. Con la infidelidad se corre el riesgo de desfigurar la identidad y reducir la esperanza a algo efímero. La mujer adúltera pierde su identidad de casada para unirse a un hombre que no es su marido, con esto destruye su propio matrimonio y hiere a sus hijos; puede haber aún más dolor si se destruye también la familia del hombre que no es su marido. El pueblo de Israel olvidó que había sido liberado de Egipto por Dios y se construye un becerro de oro (Ex 32, 1-35) y deposita su esperanza en un ídolo. Su identidad se diluye junto con el oro fundido del becerro, apartándose también de su misión de pueblo elegido. El Rey David pierde su identidad de ungido del Señor (I Sam 1-13) desde la terraza, cuando ve a la mujer de Urías. Pone su esperanza en el placer. Dos ancianos pervertidos se olvidaron de Dios y de sus justos juicios porque deseaban con pasión a Susana, la hermosa esposa de Joaquín en Babilonia y buscaron la ocasión para sorprenderla a solas y acosarla (Dn 13, 1-64), perdiendo su identidad  como ancianos y guías del pueblo.



¿Es difícil ser fiel? La fidelidad implica la observancia de la fe que se debe al ser amado. A lo ll largo de los años que transcurren en el matrimonio, debe ser objeto de constante renovación, partiendo de la tradición y proyectando la esperanza del presente hacia el futuro. La vida ofrece retos que hay que superar, pero no es posible fructificar sin la fidelidad. Hay matrimonios que viven su fidelidad de una forma asfixiante, donde no hay armonía y se vive con criterios que no tienen nada que ver con el amor. La fidelidad debe ser creativa, estableciendo un puente entre la renovación y la tradición sin provocar rupturas. El temor de quedarse anclado en el pasado proviene del culto que hemos desarrollado al cambio en nuestra sociedad.  El cambio no es lo más importante en un matrimonio, sino más bien el ideal de la unidad, en virtud del cual se casan,  los valores, las virtudes y la santidad, para interpelar las nuevas situaciones y responder a los signos de los tiempos eficazmente. Hay gente que teme comprometerse de por vida porque ese compromiso impediría el cambio. Por lo general, se trata de personas que adoptan actitudes hedonistas para acumular sensaciones de gratificación instantánea, pero esa excitación hace que su sensibilidad de embote, de tal manera que llegan a confundir el amor con la pasión.

En la actualidad, con el creciente índice de divorcios y desintegración familiar, millones de jóvenes rechazan el  compromiso matrimonial porque no ven ninguna garantía de que el amor perdure. Es necesario brindarles una formación en la calidad de las relaciones, explicándoles que el amor no es una apetencia efímera o una pasión, sino que requiere un estado de encuentro, para que se disipe la inestabilidad de los sentimientos y la incertidumbre que acarrea depender del estado de ánimo y de las emociones.  Se necesita responder a la cultura del relativismo moral y a la manipulación de los medios, que sostienen una visión utilitarista de las relaciones. Promovemos el valor del amor conyugal, con una resolución firme en todas las circunstancias, dispuestos a asumir responsabilidades en la propia vida, para conducirla por el valor de la unidad, que ejerce la función de ideal en el matrimonio, en vez de abandonarse al sentimiento en turno. Ser fiel no es ser terco, sino más bien es ser perseverante en lo que realmente vale. El amor conyugal subsiste gracias a la entrega mutua, es una oblación. Si se confunde con una atracción, no recibe la fuerza que da el valor de la oblación y no será capaz de superar las oscilaciones de los sentimientos, que lo pueden esclavizar. El matrimonio no es una institución pasiva que marcha a la deriva de las tempestades que le ofrece la cultura y las tendencias, requiere una participación efectiva para que se dé una relación fecunda de encuentro y descubrir su verdadera riqueza interior.

Otro factor que ha contribuido significativamente a la infidelidad es el movimiento feminista durante los últimos 50 años. Millones de mujeres han renunciado a su naturaleza femenina esencial para dar ceder el paso a la ideología. El egoísmo se ha elevado al pedestal de la liberación con nefastas consecuencias que han afectado la propia identidad de la mujer. La Dra. Laura Schlesinger ha publicado su best-seller “The Proper Care & Feeding of Husbands” en respuesta a los planteamientos que recibe en su programa de radio. No es propiamente un libro de sicología, lo que contiene son precisamente la sabiduría que las mujeres de hoy en día deberían recibir de sus propias madres.

A nivel individual, partiendo de Gál 5, 16-17: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que queréis”, podemos reflexionar sobre nuestra respuesta a las tentaciones. Si respondemos de una forma carnal en vez de espiritual, es porque estamos cosechando lo que hemos sembrado. Si no sembramos en nuestro Espíritu a diario, no podremos cosechar el poder que nos da el espíritu para responder ante las tentaciones. La oración y el tiempo que dedicamos a la Palabra de Dios no cambiarán necesariamente nuestras circunstancias, pero nos transformarán desde el interior.

                Yvette Camou
         Enero 31, 2013. Día de San Juan Bosco.

Bibliografía:

Biblia de Jeruslén. Desclée de Brouwer. 2004. Bilbao, España.

Espenhain, Lorraine E. “The Pruning Knife of Heaven”. Catholic Digest.  March 2008.

Fowler, James. “Jesus, A Better Ground for Faithfulness”. Union of Christendom/Commentary on Ad Petri Cathedram Encyclical. Catholic News Agency. October 2009 Release.

Sánchez Griese, Germán. “Fidelidad al Carisma, entre Renovación y Tradición.   Catholic.net, español.
Schlessinger, Laura Dr. “The Proper Care & Feeding of Husbands”. New York. Harper-Collins. 2004. Págs. 7, 9.
Shakespeare, William. "Othello". Folger Shakespeare Editions. 2004. Págs. 44-69.

Sri, Edward. Men, Women and the Mystery of Love: Practical Insights from John Paul II's Love and Responsibility”. Servant Books. 2007. Págs. 56, 73.

 

Wojtyla, Karol (Pope John Paul II). “Love & Responsibility”. Ignatius Press. 1993. Págs. 23, 25, 38



SAN LUCAS EL JOVEN

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San Lucas el joven

Lucas era piadoso, un buen trabajador del campo y nunca dejaba de hacer sus oraciones a Cristo (vivía en Tessaly y murió en el año 946). Pero no tenía muy clara su vocación. Cierto día, su madre dio cobijo a dos monjes que iban a Tierra Santa y le dijeron que le permitiera a su hijo ir con ellos. Lucas partió y decidió hacerse monje, ingresó en el Monasterio y a los 18 años se construyó un ermita cerca del Monte Corinto donde vivió feliz todo el resto de su vida.

 HIMNO
(Laudes)
 
¡Nacidos de la luz!, ¡Hijos del día!
Vamos hacia el Señor de la mañana;
su claridad disipa nuestras sombras
y llena el corazón de regocijo.

Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
limpie la oscuridad de nuestros ojos
y nos revele, al fin, cuál es la herencia
que nos legó en el Hijo Primogénito.

¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo
y el don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos! Amé